Defensoría del Contribuyente: una deuda pendiente

Cuando en agosto el Presidente Sebastián Piñera comentó las bases de lo que sería la reforma tributaria, me quedó claro que la tenía difícil. Con todo, nunca imaginé que la creación de la Defensoría Del Contribuyente (Dedecon) fuera a generar un rechazo pasional del mundo público.

Cuando en agosto el Presidente Sebastián Piñera comentó las bases de lo que sería la reforma tributaria, me quedó claro que la tenía difícil. Con todo, nunca imaginé que la creación de la Defensoría Del Contribuyente (Dedecon) fuera a generar un rechazo pasional del mundo público.

¿En qué se funda ese rechazo? Según dicen: (i) debilitaría la función fiscalizadora del SII al constituirse como un protector de los derechos del “enemigo”; (ii) sería la “institucionalización del lobby” al poder sugerir medidas correctivas a la jerarquía superior del SII; (iii) le quitaría recursos a los ya colapsados Tribunales Tributarios y Aduaneros, entre otras razones.

Admito que frente a esas críticas no puedo sino estar perplejo, ya que como decía mi amigo Coke, Chile se debe a sí mismo un ombudsman: un Defensor del Pueblo.

¿Por qué un país serio y con bajos índices de corrupción necesita esa figura en materia tributaria?

Porque por muy buenos alumnos que seamos, seguimos siendo el país de la desigualdad, de las donaciones truchas a todo el espectro político y de los pitutos.

Nuestro apodo: el país del lobby.

Mirándonos al espejo, Chile necesita una Defensoría porque de lo contrario sólo los poderosos tienen derecho efectivo a un trato justo por parte del Estado. La clase media que se joda.

¿Qué significa el no tener una Defensoría para el ciudadano común o la Pyme?

Que cuando, sin justa causa, no le permitan emitir un documento o no le respeten sus derechos en una fiscalización, tendrá que tratar de entender por sus propios medios la burocracia tributaria, con el probable resultado de no poder hacer más que reclamar al guardia de la recepción y que terminará en nada.

¿Qué hace el poderoso?

Llamará a su asesora que hablará en términos técnicos con un funcionario, si le va mal hablará con el jefe del área, la directora Regional, el subdirector de Fiscalización, y si es necesario incluso irá a denunciar esta agraviante e indignante situación al director Nacional.¿Es justo que los ciudadanos de a pie no tengan quién los oriente y apoye de buena fe al interactuar con el burocrático mundo de los impuestos?

En mi opinión, no es justo.

Negar a los chilenos y chilenas la opción de una Defensoría del Contribuyente por temor a que se sugieran conciliaciones en lugar de juicios (para quienes pueden pagar un abogado), o se ponga en conocimiento de la jerarquía superior del SII circunstancias objetivas de abuso de los derechos de los contribuyentes para que éstos sean remediados, no es sino validar tácitamente la cultura del lobby que tenemos hoy donde sólo unos pocos poderosos con privilegios pueden acceder a la real justicia tributaria.Dejando de lado la ironía que una parte del Estado le tema a otra parte del Estado (algo así como Economía versus Hacienda), creo que es hora de decir basta a la cultura de la judicialización innecesaria, basta al temor a procesos reglados y basta al temor a la rendición de cuentas. Si no es por Chile, al menos por la Ocde que también recomienda esta institución.

Como diría Coke, Chile se merece una Dedecon.Fuente: https://www.latercera.com/pulso/noticia/defensoria-del-contribuyente-una-deuda-pendiente/327964/

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