A directores de empresas que sacan ventajas de mercados imperfectos

¿Creen sinceramente que lo están haciendo bien?

En la columna anterior los palos fueron contra los analistas y otros por su falta de análisis respecto del valor de empresas bajo condiciones de equilibrio. Como continuación, ahora la estocada va a los directores de dichas sociedades. La espada no es de adorno.

El rol de los directores de S.A. ha sido cuestionado respecto al grado de conocimiento, aprobación y participación en bullados hechos de colusión. El caso del cartel del confort ha sido emblemático. Pero hoy no me referiré a ello en particular, sino más bien, al rol de los directores, y en especial su responsabilidad, en el rumbo que toma la empresa en el desarrollo de sus actividades, es decir, en la estrategia, donde no hay lugar alguno para la amnesia ni la ignorancia. Aunque esta columna es un mensaje directo para ellos, la familia Miranda está invitada, toda vez que su rol de supervisor ciudadano es vital.

En el caso de los analistas, podría haber una cierta benevolencia con la responsabilidad de lo básico de sus análisis. Mal que mal, nunca han cachado tanto y son externos a la empresa. Pero en el caso de ustedes, distinguidos señores directores, no habrá misericordia. No puede haber.

No me quiero repetir, pero la columna anterior también se aplica a ustedes respecto de su responsabilidad en el valor que “ha ganado” su compañía, de si éste es coherente con condiciones de competencia efectiva, de las nuevas reglas del juego que pronto serán aplicadas. En síntesis, de su responsabilidad en generar rentas anormales que, en definitiva, corresponden a transferencias unilaterales desde el excedente de los consumidores.

¿Creen sinceramente que lo están haciendo bien?

¿No se han dado cuenta del evidente riesgo que han puesto su compañía (¡y su propia cabeza!) producto que parte significativa de sus rentas se debe a operaciones en mercados imperfectos y que conveniente y astutamente ustedes han aprovechado, con la complicidad de leyes rascas, de autoridades poco eficientes y de analistas de cuarta categoría que les regalan los oídos? No hay que negar que investor relations hace un buen trabajo.

Muchos de ustedes son intelectuales que escriben serias y densas columnas publicadas por el altamente tóxico elemento químico de número atómico 80 los días domingo. Escriben sobre las bondades del libre mercado y políticas públicas en general, citan a cuanto filósofo encuentran en su libro de cabecera apartado especialmente para alimentar su vanidad y arrogancia. Pero todas esas palabras son de la lengua para afuera, porque no aplican lo básico conocido a la realidad de la empresa que dirigen. Hipócritas. ¿Cómo se convierte ese tipo de comprensión, me refiero a sus columnas, en el tipo de conocimiento que sirva a la realidad inmediata de las empresas que dirigen? ¿Han planteado en reuniones de directorio que “tal vez” existe un flanco en la forma en que está operando la compañía? ¿Han pedido una simulación de cuáles serían los flujos de la compañía si enfrentara efectiva competencia, por ejemplo, si tuviera que cobrar tasas normales en los créditos de consumo, si el negocio principal (supuestamente) funcionara separado e independiente del negocio financiero, si hubiese restricción para captar plata por un empresa, prestarla a relacionadas, y recolocarla de vuelta a, en el fondo, las mismas personas, pero cobrando un ojo de la cara? Para qué seguir. ¿Han pedido un estudio de cuál sería la inversión relevante si tuvieran que replicar desde cero la compañía con la tecnología moderna, y comparar dicho valor con el disparado valor en bolsa?

¿En serio -insisto- creen que lo están haciendo bien? Si bajo condiciones de efectiva competencia la empresa que dirigen pierde gran parte de su brillo, ¿no es, en realidad, una empresa media chanta… y, sin ofender, también ustedes, de rebote?

Señores directores, a ustedes no les pagan por esperar que los problemas entren por la puerta y se sienten delante de su escritorio. Les pagan por actuar, por anticiparse, por tener una visión, por entregar los lineamientos al gerente general. Y es hora de actuar. No dejen que la mierda se acumule hasta el desastre ¿O quieren que la bomba reviente es su cara? ¿O quieren que su tan preciado prestigio se vaya a la basura y su libertad quede coartada? No me refiero (sólo) a Capitán Yáber. Algunos de sus colegas no pueden caminar tranquilos por la calle sin arriesgarse a recibir improperios por parte de la plebe, como mínimo; son otros casos, es cierto, pero en el fondo se trata de múltiples formas de abusos, se trata de sacar ventaja “a la mala”; se trata, en definitiva, de hacer trampa. La gente todavía es ingenua, pero menos que antes. Sean astutos y por lo menos aprovechen este pequeño veranito de San Juan (que se acaba) para arreglar las cagadas que han hecho. Por su propio bien, tráguense su arrogancia y reconozcan sus errores… varios de ellos con pinta de delitos.

Pronto comenzará la temporada de junta de accionistas. Preparen bien sus respuestas porque más de alguna pregunta incómoda podría hacerle algún nervioso minoritario, un inquieto director de AFP o un preocupado director de alguna compañía de seguros (estos dos últimos con el fin de salvar su propio pellejo). Sería bochornoso ver que miran el techo esperando que Dios les de la respuesta; peor si se miran entre ustedes esperando que alguien tome la palabra. No está demás llevar casco. La cabeza es una sola y hay que cuidarla, especialmente en estos tiempos turbulentos. Vayan preparados por si hay que responder en inglés.

No me gustaría estar en sus zapatos, aunque son bastante finos.

D’Artagnan

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